Desde tiempos bíblicos, el pueblo de Israel ha usado objetos sagrados en el hogar para recordar la presencia de Dios en la vida diaria. Estos símbolos reflejan una herencia viva que cruza generaciones. Tenerlos en casa es traer un pedazo de la Tierra Prometida, con toda su historia, fe y energía espiritual. Son mucho más que decoración: son testigos del pacto eterno.